sábado, 31 de enero de 2009

Amantes cómplices: Luis Alcocer



Son cómplices amantes el viento y tu cabello


La brisa lleva flores que desune el tiempo
los pétalos casados con la lluvia caen en racimos,
funden con las nostalgias que evocan y acarician
tus ojos sonrientes, ávidos de mimos sin finales.


No alcanza mi mirada el horizonte,
no necesita un fin, sencillamente existe,
le basta con ser parte de la vida en común que nadie ha marchitado,
de la historia que forman los recuerdos que ni la carne borra;
no quiere más que recibir la blancura del alma que traslucen tus mares,
acompañar tu vida hecha de sueños
y convertir el aire en aliado
de nuestra irrepetible historia sin retorno.


Son cómplices amantes el viento y tu cabello.


Nuestros cuerpos que fueron y son uno:
los dedos que caminan en tu frente,
mi aliento y mi cuidado cuando duermes,
la piel de tu cintura igual que una pavana casi silenciosa,
y el pequeño temblor que cimbrea la sábana
me lleva al paraíso aquel donde aletean mariposas nocturnas,
las que guardan tu nombre entre sus alas,
discípulas de lunas bajo el cielo, acopladas con olas
que ven como las aguas comulgan con el universo
para alumbrar esos azules que has amado siempre.


Afuera el mundo ausente:
la calle, de geranios dormidos por la luna, calla;
retorno a mi vigilia silenciosa,
soy el guardián del mundo inimitable que tú formas.


Descansa...,
nada puede pasar, hay un ramo de flores en la mesa,
yo soy el celador, -nunca habrá otro-,
una vez más y siempre, aunque te duela,
de los deseos femeninos de tu cuerpo ansioso.

viernes, 30 de enero de 2009

Soñando ilusiones: Ernesto García



Ahora que mi caminar se va aproximando a la cumbre, desde la que, tras divisar la larga senda recorrida, me despeñaré hacia un abismo ignoto e insondable, fuerzo mi mente y la traslado a los hitos lejanos por los que pasé al iniciar mi marcha y me hago la ilusión de que regreso a ellos para conjugar los deleites que me proporcionaron.

Y así, me persono en aquélla noche mágica en que, por primera vez, me llevaron a un circo - “el “Circo de la Alegría ” - y mi corazón inocente quedó fuertemente vinculado a una pareja de domadores de leones – él y ella -, ataviados con breves correajes negros claveteados de plata y a juego con sus cabellos de azabache y sus pieles morenas, brillantes y torneadas.

También tengo en mis manos, aquéllos soldaditos de plomo, con banderas y caballos, recubiertos de baratas purpurinas que te dejaban en las manos manchas multicolores de tanto sobarlos y, a veces, por el calentamiento del tacto, se iban ablandando, torciendo fusiles, mástiles y espadas.
Mis oídos escuchan las notas suaves y saltarinas de aquélla caja de música, francesa, que servía de pedestal –terciopelo granate- a primorosa muñeca que, con hábil animación, calentaba unas tenacillas en un infiernillo y se las llevaba al pelo para rizárselo.

Sucesivamente, me detengo observando con mis ojos de niño, a diferentes especialistas – carpinteros, albañiles, fontaneros, marmolistas, herreros, pintores, alfareros, ceramistas, músicos, relojeros, curtidores, toneleros, y no se cuántos más – ejerciendo sus “oficios” y creyéndome que los ejecutaban exclusivamente por vocación sin que hubiese que remunerarlos.

Me veo, rodilla en tierra, jugando a las canicas en cualquier parque o espacio urbano aledaño a mi domicilio, apuntando a un grupo de bolas que una reunión de golfillos ociosos ponía en juego. Y recuerdo la variedad de materiales que concurría en aquellas bolas: de barro (bolas y bolones), de mármol (chineros), de cristal (cristalas) - extraídas de antiguas gaseosas “de bola” -, de cristal con serpentinas de colores en su interior (culebrillas), plomos, níqueles, etc...

Había una tienda de ultramarinos, en una emblemática calle (aún hoy se llama “Ballesteros”) en la que se vendían unas bolas de barro cocido, de llamativos colores: verde esmeralda, granate, azul intenso, morado, marrón vivo… que se adquirían para reponer nuestras pérdidas en el juego.

Pero, ahora, que estoy abstraído en mis distantes evocaciones, pienso que la más bella de todas es la del arrullo de mi madre, con sus caricias, su dulce voz, y el placentero calor de su contacto.

miércoles, 28 de enero de 2009

Me estoy yendo: Lola Bertrand

Me estoy yendo despacio, de una manera imperceptible, pero me estoy yendo. Ni siquiera llevo conmigo los pies, los dejo aquí, atrapados entre estas letras de arena, para que no sea tan patente mi marcha.
Me siento ir, fragmentada, buscando por los rincones esos pedacitos de mí que nunca he guardado. Seguramente, encuentre restos de mi voz ahogándose en alguna madrugada; o alguna lágrima que consiguió colarse entre las ranuras de las horas…
Hay cuatro líneas que me oprimen la mente como si de un potro de tortura se tratara. Mis manos y mis ojos están atrapados en una red que yo misma he ido tejiendo con paciencia de araña.
Camino de espaldas, hacia atrás, para que mi marcha no sea tan evidente; para no tener que dar explicaciones que ni yo misma puedo dar; en mi interior sé que mis pasos no avanzan.
Me sentiré como ese otoño que termina y se funde con el invierno.
Como ese rescoldo que puede volver a ser llama en cualquier momento.

Por eso me estoy yendo…
Necesito encontrar otras rutas que me alejen de ésta en la que la ligereza de los pasos, vuela más que camina. En la que todos están dotados de una agilidad que les conducirá hasta la cima.
Ingenuamente soñé que me crecían dos alas, dos alas que me permitirían elevar mis pies del fango. Pero los sueños no pertenecen a la realidad cotidiana, esa que te va marcando el lugar exacto al que perteneces…
(“Calla, calla, princesa/ -dice el hada madrina-/ que en caballo con alas/ hacia aquí se encamina / el feliz caballero / que te adora sin verte/ y que viene de lejos vencedor de la muerte…)*
¿Quién me pintó princesa? ¿Dónde están los ojos y la voz que me impulsaron?, ¿por qué me vistieron de oropeles baratos?
Me enfrento al espejo: no encuentro mejor reflejo para saber la verdad que me rodea, y sé que me han mentido, mis alas de papel no resistirían el primer embate.
Por eso me estoy yendo…
He visto mis pies descalzos, mis manos vacías, mis ideales sin futuro y mi cuerpo sin días.
No deseo llevarme nada, lo dejaré todo en suspenso, como si fuera a volver en cualquier momento. Intentaré que mi adiós parezca un “hasta pronto”.
Tan sólo pretendo ver deslizarse mi sangre, gota a gota, en hemorrágica lentitud, transportándome hasta el olvido…

( No deseo ser ese potro desbocado que galopa detrás de tus palabras…)


*cita de un poema de Rubén Darío

lunes, 19 de enero de 2009

Gaviota: Ángeles Cantalapiedra


¿Qué sería de mí si no tuviera sueños?
Cada día, al despertar, perfilo mi álbum de anhelos fundidos en la almohada y sonrío al comprobar que permanecen mullidos en mi corazón, y serán ellos los que me ayuden a encarar un hoy que, tal vez, sea lluvioso.

Son mis quimeras nocturnas las que tejen los gestos que he de depurar si aún quiero enroscarme en una estrella y dar luz a mis manos para entregarte, después, mi utopía cosida a las alas de una gaviota para que vueles… conmigo.

Tiemblo emocionada al comprobar que la vida en sí no es un fin, ni siquiera un destino, sino un viaje donde se vive cada instante, una estela dibujada con mis obras en el horizonte para que tú, con ojos de mil colores la vivas conmigo.

¿Qué sería de mí si no tuvieras sueños?
No sería yo, no sería nada y, por tanto, no podría compartir contigo la luz de mis fantasías.
… Porque soñar es dar vida al vuelo y al canto de la gaviota que duerme dentro de mí.

domingo, 18 de enero de 2009

Ilusión: Rosa M. Arroyo



Eres como la gota de agua estampada en el cristal
que el polvo se encarga de poner rostro
acabando con el misteriode ser cualquier cosa.

No sé… Me pareces
como la nube que promete
de lejos, y sólo a veces cumple
…como el ala del ojo incitando al deseo
sin la compañía móvil de los labios;
o como el aliento, voraz e incansable,
que llega desde la sierra
a helarme la piel,
mientras miro su blanco cuerpo
y le sueño alcanzado por mis manos…;

(no sé…)

como la primera imagen de la noche
y peregrina de la hora última;
luz y sombra en cualquier esquina del cielo…
y silueta clara en todas. Tal vez,

…realidad del poeta,
mentira del descreído,
verbo y silencio…

No sé.

Puede que al fin, sólo palabra sobre papel:
esa gota de agua que el tiempo da vida
para acabar con el misterio
de ser cualquier cosa sobre un cristal…
o nada y todo sobre la tierra.

sábado, 17 de enero de 2009

La medida de los sueños: Cati Cobas


Una se pasó la vida pontificando que una vida, cualquier vida, debería tener la medida de los sueños de quien la vive. Ahora resulta que cuando una tiene, de pronto, la posibilidad de vivir aquello que sueña se pega un susto que no hay forma de pararlo.

Y una, que escribió “El Vuelabajo”, comprende que pronto va a volar y que una buena parte de lo que tantas veces soñó se está concretando y le agarra un “julepe”, un “cuiqui”, un “sustito”, que anda como si se hubiera tomado un cóctel de leche de magnesia Philips, pildoritas del Doctor Ross y Cirulaxia todo junto.

Es que muy pronto volaremos a Mallorca con mi esposo, que ha decidido sorprenderme con este regalo de cumpleaños y tengo que rogar que me pellizquen porque todavía no lo creo del todo. Serán unos pocos días, pero imagino que la intensidad de lo que nos espera superará la medida de mis mejores sueños.

“La isla que no conoce el invierno”, “La Roqueta”, “La perla del Mediterráneo” está más cerca de lo que nunca me imaginé y no puedo pegar un ojo pensando en eso. En menos de dos meses ya habré recorrido algunos de sus pueblos, paseado por la Ciudad de Palma, contemplado el baldaquino de Gaudí, en su catedral que navega en la bahía haciendo ostentación de ojivas góticas y rosetones de luz y colores increíbles. En menos de dos meses habré dormido en la casa que vio a mi padre junto al fuego y me albergaré en la cueva que lo protegió en el campo. Y, por sobre todo, cerraré el círculo, ya que podré fotografiarme junto a su nombre en la piedra blanca del molino familiar.

Dicen los viajeros consumados que un paseo se disfruta por tres veces: preparándolo, viviéndolo y en el recuerdo. Una, que no ha salido de los límites de su hermosa y generosa tierra, va experimentando la primera etapa con una combinación de ilusión mezclada con temor a lo desconocido. Aunque en realidad, estas magias del ciberespacio hacen que lo ignoto no sea tanto y que uno sepa más de su primo que pasea con su niño por la playa de Es Trenc que de su prima, que anda dictando clases en la Universidad de Lomas de Zamora y más de su sobrina, que camina, hechicera, por la Calle de Alcalá, que de aquella que lo hace por Pilar, en el Gran Buenos Aires. De modo que ya me regodeo imaginándome en medio de molinos y cruces de piedra, de montañas y mar, contemplando algunas fachadas modernistas palmesanas o paseando, quizás, en el trencito en el que me subí tantas veces en forma virtual para llegar a Soller. Pero, y sobre todo, abrazando parientes hasta hoy sin rostro, mientras los marco en el árbol genealógico que armamos con mi primo Sebastià el año pasado. Y redescubriendo a mi papá y a mí en las caras y las historias familiares de los suyos. Así como honrando a Miguel y Catalina, los abuelos desconocidos, en la tumba familiar de ese cementerio rodeado de tierra roja en el que duermen. Pero reencontrando, también, a Marcial e Isabel, los papás de mi mamá, que acá se quedaron para siempre, eternos y tiernos emigrantes, que supieron legarme una historia hecha de canciones, palabras, glosas, oraciones, refranes y comidas.

¡Volveré a ver y abrazar a Miquel y Apolonia! ¡Volveremos a reirnos de nuestras picardías con “La Adelantada” y su esposo y quizás hagamos otro tanto con su hermana Joana Aina, la que seguramente se espantará un poco de lo papelonera que puede ser su tía nueva! ¡Tomaré mate con Sebastià y Ricardo, aunque lo encuentren amargo! Y quizás, hasta le haga pajaritas de papel a Pau, el pequeñín, mientras Sebastià Jaume maravilla a Dolores, su mamá, con alguna pirueta de su trompo! Hasta puede que, tres “Catalinas Covas” se reúnan en un mismo sitio y puedan fotografiarse en un milagro impensado hace dos años atrás. Amén de conocer, tal vez “en vivo y en directo” a mis queridas Sandra Llabrés y Joana Pol, artífices radiales del milagro y de abrazar en San Marçal a mi prima “Juanita” con la que conservamos recuerdos imborrables hechos de Tebeos y Billiken…

La lista es interminable y no creo que pueda cumplirse en cuatro días, pero quedará la esperanza de que este salto a las raíces sea el primero, no el último.

Estoy pensando seriamente en comprar una almohada mucho más grande, gigantesca, porque ahora que sé que gracias a la bendita decisión de mi marido y a las maravillas de Internet, algunos deseos se hacen ciertos, quiero tener un espacio mucho más grande para soñar y hacer inmensa la medida de mis sueños.


No quiero soñar que sueño: Pilar Moreno Wallace



Soñar no compensa lo etérico de las ausencias, no me devuelve lo inasible que un despertar anticipado hace desaparecer en el alba. Soñar me enfrenta a la falta de sortilegios que la rutina de los días me roba descaradamente y sin razón.

Hubo un tiempo que soñaba sueños parodiando una vida que no me estaba destinada, y me entregaba desnuda de agobios al acoso de imágenes y ternuras peregrinas: frases y versos, ritmos y figuras, literatura, palabras, todo un lenguaje simbólico para acceder a lo fascinante de la poesía, a lo exaltado de las pasiones en el secreto de un ritmo conjugado. Aquellos sueños de emoción presentida me hacían soñar un lenguaje de asombros y bellas composiciones, que excitaban mis fantasías con audaces arquitecturas. ¡Cuántas historias desbaratando el silencio de la noche! ...

Pero el soñar hace perder al tiempo su medida y lo deja en estado de vigilia emocional. Temí quedarme sin palabras, olvidar títulos, que desapareciera la magia de una propia realidad. Los mismo sueños me revelaron lo vulnerable de lo que se escribe, e intenté acelerar madrugadas para evitar ficciones y privilegios, buscando lo que me descubría la vida en complicidad con mi imaginación.

No había contado con la Quimera, siempre calculadora y fría, provocando personajes en un duermevela ocasional. Por unos instantes me atrajo con una sintaxis de seductoras propuestas, su lengua de aparente fecundidad. Imposible sustraerse a sus encantos, a sus promesas del placer en el triunfo. A cambio me exigió – como toda diosa – una sumisión completa y entregada, sacrificarme a sus antojos con la ofrenda de mis innatas emociones.

No me quedó otro camino que cortar el Cordón de Plata que me mantenía unida a ella, dejando mis sueños en lo que son: un balbuceo tímido que busca sólo las palabras.

viernes, 16 de enero de 2009

La dama del armiño: Ángeles Cantalapiedra


Se despertó gris, sin alas para volar, sin plumas para mudar su piel..., sin sueños que fecundar.
Se sentía triste, melancólica, abandonada… El invierno azuzaba su alma y el hielo corría por sus venas. Nada cabía más que esperar a que el sueño nublara sus pestañas y el horizonte se tiñera de luto.
… Sin embargo, ocurrió el milagro cuando ya nada esperaba sino el olvido en el cemento y en la forja de sus hierros.
El cielo, pintado de ceniza, comenzó a desplomarse sobre la tierra yerma hasta que la vistió de blanco, y en las ramas de los árboles se colgaron guirnaldas de plata. El viento creo las alas y, así, Madrid se convirtió en una blanca paloma soñando entre las nieves que era la gran dama acicalada de armiño.

miércoles, 14 de enero de 2009

Sueño en sombras: Lola Bertrand


Los gusanos salieron de las tumbas reclamando más cuerpos, les parecía poca la carroña almacenada en el submundo desde donde aguardaban. Les crecieron unas pegajosas alas grises, para poder revolotear, a su gusto, por los pasadizos oscuros que circundaban las mentes de los prepotentes dioses.
Había fiesta de gala en los salones de la tierra en sombras; sabían lo que se estaba cocinando, muerte y miseria, en los fogones secretos de los últimos dioses de barro.
Todas las señales apuntaban al gran festín: ¿por qué, si no, habían clavado su hermosa bandera de barras y estrellas, dentro de los ojos inocentes?
Un ejército de gusanos revoloteaba en la noche succionando el sueño de paz de los incautos; eran tan astutos como las palabras de sus amos; tan taimados como las mentiras envueltas en papeles de colores.
¡Ellos eran su próximo festín!, cómo no mimarlos.
La gran falacia extendía su cuerpo, de medusa amorfa, por las fisuras invisibles de un mapa que no debería tener fronteras; succionaba con placer los gritos de impotencia, nacidos de las montañas de basura.
Esa era la mejor visión para los ciegos; el mejor sonido para los oídos de los sordos; el bocado más exquisito para los descerebrados y modernos amantes de la paz y el orden…
Todos aplaudieron el gesto supremo de su dios de barro: acallar con su bota el llanto de un recién nacido.
Y vitorearon con júbilo sus sabias y prudentes palabras:
-No debe quedar ninguna semilla de mal nacido que nos levante la voz, y nos dispute la supremacía del “oro negro”.

(En un rincón llora una flor, y aún hay personas que se cuestionarán si son lágrimas o pétalos lo que derrama…)
Pensamiento antes de abrir los ojos:
“Ya no doblan las campanas por nadie…”

martes, 13 de enero de 2009

Pudiera ser que hoy: Socorro Mármol


Pudiera ser que hoy…
Aunque no sé; no sé. No estoy segura.
Fue demasiado larga la travesía del tedio.
¡Y tuve tanta sed
perdida entre la arena
del exhausto desierto de sus brazos...!

Pudiera ser que hoy… O quizá luego
al fin, me diera cuenta
de que ya no soy “Lázaro” rampante
envuelta en un insólito sudario.
No he de resucitar. Porque persisto
en esta asiduidad de seguir viva.

Para juramentarme
he puesto
la palma de mi mano sobre el Libro
que en el costado izquierdo
al ritmo ensangrentado de timbales
libra su desigual incertidumbre;
que bajo las costillas golpetea
una frugal canción extenuada:

Prometo por mi honor (superviviente)
guardarme de morir
con los primeros yelos
que van resquebrajándose
detrás. -Al otro lado del espejo
una sonrisa tibia, solitaria-.

Prometo no apagarme
dentro de algún salón despavorido
como un árbol de Pascua
lleno de paquetillos y de cintas,
con un ángel de corcho en lo más alto
proclamando pastores en huida
ciegos de tanta luz artificial.
Muda.
Sin pandereta.

Prometo por mi honor ser como un leño
-plantón de olivo verde-
de resabiada -y sabia- savia oculta
dispuesta a los milagros de la vida
que se va adelgazando a cada hora
celándole al mordisco de la escarcha
el oleo inquebrantable del latido.
Pudiera ser que hoy… O quizá luego.


lunes, 12 de enero de 2009

Sueños de un emigrante: Álvaro Morales



Soy consciente de ser una persona joven. Sin embargo, en mi tierra me siento cansado, viejo y sin futuro aunque cada vez me reafirmo más en que puedo tenerlo. Mi nación se está desvencijando, aún puede caer más. ¿Qué hago? ¿Mendigar?. ¿Estar subyugado a férreos sistemas dónde la libertad se hace cada vez más imposible?. No veo futuro aquí, al menos nada bueno. Nacionalista clásico no soy. Estoy del todo convencido, o al menos dicen, que la tierra es aquella en que se pace y no la que se nace y la verdad es que llevo demasiado tiempo sin saber lo que es eso. Mis manos tienen las heridas no por trabajo, sino por rebuscar en los sitios más infames.
Me tocó nacer en un sector geográfico limitado y solo voy a vivir una vez y soy un ser humano.
Tengo amigos que piensan todo lo contrario considerando una traición abandonar la patria incluso mudarse del barrio.

Aunque estoy muy orgulloso de haber nacido en mi tierra y no en otros países que están peor que yo, divididos en castas, viviendo en tribus dónde la miseria está hasta en el olor y la muerte está latente a diario. ¡Mi nación es una gran nación! ¿Pero...? Mis estudios son universitarios, mi nación culturalmente está entre las mejores. ¿Pero se vive, se come o se trabaja sólo de conocimientos?. ¡No!.

La duda me corroe ¿Y si en otro lugar del mundo, mi vida pudiera cambiar?.

Primero tengo que pensar ¿a dónde voy?. No voy a salir de Herodes para entrar en Pilatos. Si pudiera elegiría a... ¿Dónde?. Hay países que solo por el simple hecho de no ser de allí me discriminarían aún más. ¿USA Unión Europea y tantos?). ¿En que podría trabajar. ( Ayudante en hostelería, servicio domestico, trabajos agrícolas) todos muy dignos, pero poco relacionados con mi vocación, mis estudios...

Si mis pretensiones son más bajas, volveré a estar como en mi nación, entonces sería mejor quedarme.

¿Y la familia? ¡Triste! quizá de lo más triste es abandonar a la propia familia por necesidad de encontrar un trabajo. Vendrían las saudades en cada momento. Podría pensar en ganar dinero y llevármela en un futuro.

¿ Y los amigos?. Algunos de ellos son más importantes que muchos miembros de mi familia pero la distancia hace el olvido.

Pienso que seguiré intentando pasar desapercibido por caminos solitarios tras la estrella del norte en medio de esperanza y desconcierto, buscando con el pensamiento de un navegante en busca de descubrimientos de países vírgenes.

El sufrimiento y el agotamiento no han podido conmigo, deseo continuar mi camino aunque el dinero se me acabe y el frío o el calor empiecen hacer mella en mi cuerpo.
Se que los coches no están al alcance de todos, los trabajos no los regalan ni los perros van atados con longanizas.

¿Cuantos se quedan en las frías y revueltas aguas de los océanos cada año?. ¿Cuánta sangre, sufrimientos y promesas se ven truncadas cuando las autoridades los deportan de nuevo o el andar errante por pueblos en medio de soledades de silencio.

No me engaño, no deseo que la libertad haya que buscarla entre pateras y dobles fondos de camiones; entre negreros del siglo veintiuno que negocian con nosotros, ofreciendo un mundo de riqueza, jugando con las vidas de gente desesperadas.

Hay negreros. Negociantes del dolor que un día se acercan a proponerte el traslado. Trafican con las esperanzas de otros futuros. Y eso cuando intentamos ganar el pan de una forma honrada y no engañando y jugando con las vidas de gentes desesperadas como yo.

Me pone triste saber que tengo que pasar por el triste rosario de las soledades.

(foto:link2.brasil)

sábado, 10 de enero de 2009

En el mundo de los sueños florecen cerezos: José Álvarez "Atho"


Tenía una ambarina mirada libre de sucios pensamientos. El gesto en los labios, grandes, accesibles, dejaban ver unos dientes perfectos e iluminados de irisadas tonalidades y alegría, cuando reía a carcajadas, muchos sonidos se dispersaban, melódicos y perezosos.

Sus lánguidos ojos estrellados de lágrimas, contemplaban la playa donde las nereidas jugaban con las olas. Voluptuosa atracción. Ebria de promesas dejadas en el olvido, acudían a su mente.

“Estas lejos de mí, umbral sin puertas al mañana. Eres trazos escritos en nido de arena; añoranzas, amargas y frágiles como la mirra. El sosiego de tus poemas que recuerdo con fervor, es como el vierto de tus besos sobre las hojas de mi juventud, que hace brotar por doquier reflejos de tus caricias sobre mi cuerpo convulso. Pero… tu rostro se esconde entre mirtos de bayas negras. Sí… lejos estás de mi.”

En el mundo de los sueños florecen los cerezos. Las horas resbalan donde las estrellas de nieve, belleza nocturna, acuden sobre el cielo de París. La noche se abre para dejar paso a una granada entre las sombras huecas que cobijan secretos inconfesables de amor.

La calma viene de los recuerdos, seductores y dulces, que acuden en tropel a su mente. Detrás de la niebla, donde los pinos lloran, nudos de cerezas golpean los cristales de la ventana de sus pensamientos, que toman forma de nube

Se diría que su sonrisa acoge nuevas caricias y deseos inconfesables tras este juego cruel de estar separados, lejos, ella en las islas del mar Egeo, él en París.

“Viento enloquecido, no arrastres los racimos de mis ilusiones, sería el fin de este amor tan hermoso”.

Giro de galaxias: Carmen Amaralis


Tengo que verte, sabes. Han sido largos años arrastrándome para evitar que toquen mi médula, y me lastimen fuerte. Necesito aliviarme, arrancar una a unas todas estas espinas. Necesito mirar esa nieve que me quemaba las mejillas y volver a sentir la cruz del sur tallada en mi pecho con pinceles de luz que se escurrían por el cristal de tus ventanas. Necesito volver a escuchar el murmullo del agua en aquel silencio de noches serenas donde me sentía cabeza de piedra, cuerpo arenoso, lodo bendito reposado en tu tierra.

Algo ha pasado con mi tiempo. Se disuelve en un remolino vertiginoso, siento el hoyo cada vez más cerca, más oscuro. Y sé que de ahí a la eternidad falta poco, y me resisto a diluirme sin antes volver a tocarte, a mirarme en ese verde que adorna tu rostro. Volver a fundirme en la lana tibia que acomodabas con tu ternura entre todas las grietas de mi cuerpo.

Esta pasión por tu espacio solo la explica ese vuelo del cóndor sobre tus praderas, y tu sonrisa franca llamándome “tu niña”. Te encontré, y no quiero, no deseo que vuelva a girar la Galaxia sin que se dé el reencuentro de mis sueños.

Prefiero soñarte: Ángeles Cantalapiedra

Me asusta verte tan virgen, sin huellas ni cicatrices.
… Ahí quieto, esperándome para caminar juntos y descubrir los secretos mejor guardados.
Me asusta jugar contigo y romper el celofán de tus días mientras saltas como un cachorro a mi alrededor para que te dé un instante y tú convertirlo en madurez.
Me asusta pensarte en mis manos y no saber que será de ti, qué será de mí…
Te siento tan niño, tan puro, que me da miedo mancharte, emborronar tus pétalos con mis torpes quehaceres.
En cambio, me dan ganas de acunarte entre mis brazos mientras te crecen las alas de primavera, los trigales en tu tierno verano y recoger tus castañas cuando el otoño nos vista de melocotón y manzana rubí… Así, cuando llegue tu invierno, el calor que me dé tu abrigo me ayudará a decirte ese adiós perpetuo en que se nos va la vida; siempre, diciendo adiós…
No, no me acostumbro a tenerte de niño mientas mis cabellos se pintan de canas y mi piel es surco arado de tantas estaciones curtidas; de verdad que me asusta.
Me asusta verte tan chiquito y descubrirte poco a poco sin saber qué me traerás…
Quizá, por eso y sólo eso, prefiero soñarte porque, si te sueño, dibujaré un mundo a la medida de nuestros deseos… ¿Comprendes, ahora, Año nuevo por qué me asustas?

jueves, 8 de enero de 2009

La realidad de un sueño: Pilar Moreno Wallace


Refugiada en los sueños, se aferra a su imagen como náufrago a la vida. Le sobrecoge la idea de no poder sujetar su recuerdo, perdido en la intensidad hiriente de la ausencia. Se pregunta cómo hacerlo: aún tiene reciente sus caricias dormidas sobre la piel, aquel suave pleamar que se enredaba entre sus brazos, su sabor y su sentir. ¡Cuánto le falta! La sensación de añoranza sigue aumentando, le abruma. De nada sirve que no lo pierda definitivamente si se siente esclava de las distancias y llora ese recuerdo que sus lágrimas van dejando caer. Hoy el sueño se lo ha traído de nuevo. Ha surgido de la niebla húmeda que abre surcos blancos en el antracita de las noches. Así aplacó el miedo, pero no olvida los azules que dominan su pasado, y siente envidia de las gaviotas, dueñas de sus deseos, que pasan la vida meciéndose en él.

Suena, resuena el mar lejano*

*Pablo Neruda