sábado, 31 de enero de 2009

Amantes cómplices: Luis Alcocer



Son cómplices amantes el viento y tu cabello


La brisa lleva flores que desune el tiempo
los pétalos casados con la lluvia caen en racimos,
funden con las nostalgias que evocan y acarician
tus ojos sonrientes, ávidos de mimos sin finales.


No alcanza mi mirada el horizonte,
no necesita un fin, sencillamente existe,
le basta con ser parte de la vida en común que nadie ha marchitado,
de la historia que forman los recuerdos que ni la carne borra;
no quiere más que recibir la blancura del alma que traslucen tus mares,
acompañar tu vida hecha de sueños
y convertir el aire en aliado
de nuestra irrepetible historia sin retorno.


Son cómplices amantes el viento y tu cabello.


Nuestros cuerpos que fueron y son uno:
los dedos que caminan en tu frente,
mi aliento y mi cuidado cuando duermes,
la piel de tu cintura igual que una pavana casi silenciosa,
y el pequeño temblor que cimbrea la sábana
me lleva al paraíso aquel donde aletean mariposas nocturnas,
las que guardan tu nombre entre sus alas,
discípulas de lunas bajo el cielo, acopladas con olas
que ven como las aguas comulgan con el universo
para alumbrar esos azules que has amado siempre.


Afuera el mundo ausente:
la calle, de geranios dormidos por la luna, calla;
retorno a mi vigilia silenciosa,
soy el guardián del mundo inimitable que tú formas.


Descansa...,
nada puede pasar, hay un ramo de flores en la mesa,
yo soy el celador, -nunca habrá otro-,
una vez más y siempre, aunque te duela,
de los deseos femeninos de tu cuerpo ansioso.

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