viernes, 16 de enero de 2009

La dama del armiño: Ángeles Cantalapiedra


Se despertó gris, sin alas para volar, sin plumas para mudar su piel..., sin sueños que fecundar.
Se sentía triste, melancólica, abandonada… El invierno azuzaba su alma y el hielo corría por sus venas. Nada cabía más que esperar a que el sueño nublara sus pestañas y el horizonte se tiñera de luto.
… Sin embargo, ocurrió el milagro cuando ya nada esperaba sino el olvido en el cemento y en la forja de sus hierros.
El cielo, pintado de ceniza, comenzó a desplomarse sobre la tierra yerma hasta que la vistió de blanco, y en las ramas de los árboles se colgaron guirnaldas de plata. El viento creo las alas y, así, Madrid se convirtió en una blanca paloma soñando entre las nieves que era la gran dama acicalada de armiño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario